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PARAJE PENCE - Gonzalo Abella |
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La tierra está seca y sedienta. El perrito olfatea como desorientado. La memoria del animalito sin duda está llena de imágenes de bañados y cañadas, pero el agua ya no está.
-Tengo que atarlo todo el tiempo... ¿Eh? No, si es muy manso. Lo que pasa que ahora hay yararás y ya mordieron al barbilla del vecino.
Las víboras venenosas son otra novedad de Paraje Pence. Ya no hay bañados ni pajonales y por eso no hay culebras, y si no hay culebras ni animalitos de humedales, no hay quien destroce los nidos de las yararás. Y por otra pare si no hay ningún ser vivo entre los eucaliptos, lógicamente las yararás tienen que salir a cazar cerca de las casas.
Con el perrito a su costado, el hombre se asoma a los barriles de plástico azul, las “tarrinas” donde el camión cisterna de la Intendencia de Soriano vierte agua potable cada quince días.
-Son envases de glifosato-le advierto-.¿Usted los enjuagó bien?
El hombre me mira y en sus ojos leo la ironía: “¿con qué agua voy a enjuagarlos?”, pero me dice otra cosa:
-Ya la vecina no lleva el hijito a la policlínica, porque dice que no va a llevarlo si antes no puede limpiarle ni el culo. Aquí todo el mundo era muy limpio ¿sabe? Y ahora, además de no sembrar, de no criar más chanchos, hemos llegado hasta a no poder lavarnos. ... ¿Eh?¡No! ¿Qué vamos a sembrar sin agua...? ¿De qué vivimos? Y... alguna changa en Mercedes y volvemos para acá. Mire: ese pozo se secó, ese otro también. Allá abajo esa señora tiene agua, pero ya no siembra. Para siembra no le da. Allá sí, ¿ve? Llega el agua de OSE y la gente pide y acarrea. Y por allá hicieron un pozo muy hondo, pero el agua sale con gusto a kerosene. Nadie nos dice por qué.
Detrás de la casita del hombre, alambrado por medio, empieza el monocultivo forestal, las plantaciones de eucalipto que llegan hasta el horizonte que ya se perdió. El monocultivo es la suma de los venenos y la sed. Dicen que el monocultivo es el habitat de un gran depredador, que es el chancho jabalí; pero el monocultivo no es su hábitat, es apenas su inmensa e inexpugnable madriguera. El hábitat es el pueblo, donde encuentra comida, y el monocultivo sólo su retaguardia.
El hombre me habla ahora de las chanchas que todavía se crían en parajes cercanos y que amamantan lechoncitos con colmillos como drácula, hijos del amor furtivo con los jabalíes.
-Es un peligro para los gurises de la casa. Porque uno no sabe si aquel bicho que se tiene engordando en el potrero va a ser manso como la madre o agresivo como el jabalí.
Le pregunto al hombre por la situación en parajes cercanos. Él conoce la pesadilla de Cerro Alegría, donde la penuria por el agua se ha vuelto un castigo aún mayor. Por mi parte le cuento de la angustia de los apicultores por la próxima instalación de las plantas de celulosa en Fray Bentos. Estaba perfectamente enterado y me agrega información. Las trasnacionales han comprado mucha tierra para forestar “pero sólo después que terminen los líos en Gualeguaychú”; por ahora dejan a sus antiguos dueños mantener animales para evitar que se advierta desde ya el impacto brutal que van a causar. Lo importante ahora es poseer YA las tierras y es lo que están haciendo también empresas norteamericaans en Tacuarembó y Rivera. Los de Botnia saben que a la larga el convenio marco Uruguay-Finlandia de protección de inversiones (igual que el Uruguay-USA) protege el derecho de las empresas sobre las tierras YA compradas contra cualquier cambio de reglamentación en el uso de tierras que quiera hacer el gobierno. El hombre agrega:
.Mi hermano trabajó en la forestación. Esos gringos son capaces de cualquier cosa. Ni se sabe los venenos que aspira toda esa pobre gente que ahora no tiene otra cosa que hacer, porque la forestación mató la estancia, el tambo, la chacra, las changas en las cosechas, todo. Y en Las Cañas se va a terminar el turismo. No sé qué va a hacer toda esa otra gente, porque pesca tampoco va a haber. Mientras haya puestos en la construcción todo se aguanta, pero ¿y después?
¿Después? Pienso en los niños de Pence, pienso en los niños de todo mi país, y va un pedidio desde el fondo del corazón a los vecinos de Gualeguaychú:
¡No aflojen, hermanos!
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